Nació hace más de 50 años. Hace tiempo que las canas se posaron en su pelo, ella decidió esconderlas desde hace unas cuantas primaveras detrás de un tinte caoba. Ojos saltones pero de mirada tenue, ojos azules pero de mirada triste. Nadie a su alrededor recuerda la última vez que brillaron, algún día se le apagaron y jamás nadie pudo volverlos a encender.
El tiempo pasa y ella puede apenas darse cuenta de que sus ilusiones caducan, de que sus sueños hace tiempo que descansan en paz. Se levanta cada mañana, sin ganas de pasar otro día más, la rutina empieza a hacer mella en su carácter, muchas veces agrio y desconsolado. Ella quiere engañar i engañarse, mentir i mentirse pero algunos ya han descubierto que el café que toma cada mañana le sabe cada día un poco más amargo.
El amor nunca le dio lo que se merecía, demasiado buena, capaz de darlo todo a cambio de nada, demasiado castigo esta vida para una mujer como ella. Saca lo mejor de si misma para los suyos, preocupada y atenta, se deja la piel y el sueño para poder hacer feliz a los que la rodean, nunca se queja pero sus hinchados tobillos la delatan, demasiadas horas de pie, haciendo frente a lo que otros llaman vida. Ella lucha, ella cae y a veces se levanta. Ella es la mujer que vive sin poder vivir.
